4 de diciembre de 2014

Orgasmo


Lo único que la cubría era una corta falda de vuelo y un sujetador que oprimía sus pechos. Se arrodilló entre las piernas de él y comenzó a desnudarle. Sus manos buscaban ansiosas la bragueta intentando liberar toda aquella tensión que allí se contenía. Él la observaba en la tarea y se limitaba a disfrutar. Los ojos de ella se abrieron sorprendidos y, acompañados de una traviesa sonrisa, se clavaron en los de él, al encontrar lo que parecía el botín más ansiado.

Enseguida, casi sin darse cuenta, se vieron envueltos en pleno orgasmo. En un acompasado ritmo que los empujaba hacia el delirio una y otra vez. Jamás podría olvidar aquella mirada: esos ojos verdes penetrándola con una intensidad aún desconocida para ella. Pudo sentir como la atravesaba el alma, como desgarraba sus pensamientos hasta llenarla de un vacío impropio de su mente. Acababa de entregarse en su totalidad a esas pupilas dilatadas y brillantes que la estaban lanzando a una nueva dimensión de placer.

Había quedado atrapada en esos ojos, probablemente de manera indefinida, porque una semana después seguía sintiendo ese ardor en el pecho al recordarlos. Nunca antes nadie había llegado tan dentro de ella de un simple vistazo. Quizás nunca antes nadie hubiera querido llegar tan dentro como él.


2 de diciembre de 2014

Ocho semanas.


《Entonces abrió la puerta y entró.  Avanzaba por la oscura y abarrotada sala mientras se quitaba el abrigo. Todo eran caras desconocidas. Algunas miradas se cruzaban. Se fue abriendo paso hasta llegar a la primera planta. Subió unos pocos escalones y echó una mirada por toda la habitación como si buscara algo que mereciera ser visto: gente bailando, grupos charlando, algún borracho, o más de uno... Siguió avanzando hacia la barra en busca de una ansiada copa y entonces, al fondo de la sala, entre uno de esos grupos que bailaba, encontró algo que merecía algo más que ser simplemente visto.

-Amiga, ese chico... el de la camisa vaquera. Le quiero para mí.

A pesar de la seguridad con la que se lo transmitió a su compañera, jamás hubiera imaginado lo literal que iban a ser aquellas palabras: le había encontrado a Él.

Y es que aquella noche tuvieron el primer encuentro de los muchos que aún estaban por llegar. Una tremenda casualidad o simplemente el destino, pero por alguna razón aquella noche los dos estaban en el mismo lugar.》


Ocho semanas han pasado desde ese jueves y aún me siento afortunada por haber entrado en aquel bar.
Puede que haya pasado poco tiempo, pero cuando me cogiste de la mano por primera vez, lo supe: eras la pieza que me faltaba, ya no era necesario seguir buscando más.  Y es que eres una de esas personas que hace que mi risa sea un poco más fuerte, mi sonrisa un poco más brillante y, en definitiva, mi vida un poco mejor. Porque a pesar de tu mala costumbre de hacerme reír cuando estoy tratando de enfadarme, solo tienes un defecto y es no despertar cada mañana a mi lado. Por eso espero coincidir contigo en otras vidas, porque una sola me parece muy poco tiempo. Aunque de momento, ha sido, es y será un placer compartir ésta contigo.



19 de noviembre de 2014

Diálogos de última hora


-He dicho que no me voy a ir.
-Vale, tenía que intentarlo por última vez.
-No se me ha perdido nada allí.
-Yo.
-Aún estás aquí. No te vayas.
-Tengo que irme.
-No, no tienes por qué hacerlo. Tu vida está aquí. Yo estoy aquí.
-Tu vida es la que está aquí. No la mía. Me voy.
-¡Por qué tienes que ser tan cabezota!
-Tan solo soy coherente con lo que siento y pienso.
-¡Venga ya! No soporto cuando te pones así.
Silencio.
-No lo entiendes… No quiero que te vayas. O mejor dicho, no quiero estar sin ti.
-Pues ven conmigo. Es tan fácil como eso.
-¿De verdad tú lo ves fácil? Siempre admiraré esa capacidad tuya.
-Es tan fácil como tú quieras que lo sea.
-No, no lo es. Olvídate ya de esa tontería por favor.
-Estoy cansada de discutir este tema. Ya he tomado una decisión. Me voy.
-No.
-¿Qué? ¿Cómo que no? ¿Acaso me lo vas a impedir?
-Haré lo que tenga que hacer pero no pienso dejar que te vayas de mi lado. Me ha costado años encontrarte y ahora que por fin estás aquí, dices que te vas. ¡Pues no! ¡Claro que no!
-Yo tampoco quiero separarme de ti, pero de quien sí que no puedo separarme es de mí misma ni de mis sueños.
-Pero vamos a ver… Se puede saber qué vas a hacer allí, de qué vas a vivir, a qué te vas a dedicar. ¿Realmente crees que la vida es tan fácil como coger una maleta y cruzarte el mundo en busca de aventuras? ¡Eso solo pasa en las películas joder! Necesitas dinero, necesitas trabajo y necesitas valor para dejar aquí a las personas que quieres.
-¿Sabes qué? La vida no se aleja tanto de las películas. Y no, no sé de qué voy a vivir ni a qué me voy a dedicar. Pero lo que sí tengo claro es que no necesito a mi lado a nadie que ponga límites a mis sueños, que de eso ya se encarga la vida misma.
-No puedo creerlo…
-Hasta siempre.

Y justo en aquel momento algo se quebró. En aquella puerta de embarque. Mientras el mundo continuaba entorno a ellos con su habitual y frenético ritmo.

-No puedo vivir sin ti. No quiero vivir sin ti…
-Lo siento, de verdad. Pero me voy.
-No.
-¿No?
-No, no te vas. Nos vamos.


14 de noviembre de 2014

Crónicas descarnadas.


El pelo castaño y alborotado de ella caía sobre mi vientre y caderas. Su culo emergía del final de su espalda elevándose formando dos perfectas circunferencias. Y una pequeña mano se aferraba a mi pecho; la otra se escondía tras su cara, la cual no conseguía ver oculta tras la melena.

Mis jadeos se mezclaban con los de ella, aunque estos últimos ahogados contra la carne. Con una mano me aferraba a la de ella y con la otra enredada entre su pelo la apretaba contra mí aún más. Me sentía a punto de explotar, literalmente. Entonces ella levantó su cara… oh dios… su cara… Me dedicó la mirada más lasciva que yo había visto nunca, con sus labios algo hinchados, húmedos, y el rojo de su carmín medio borrado manchando el contorno de su boca. Su mano agarraba mi pene con fuerza –estaba tan duro que hasta dolía- lleno de saliva y marcas de besos rojos.

Entonces se acercó lentamente a mí, con la boca entreabierta. Yo me aproximé a ella con ansiedad pero cuando nuestros labios empezaban a rozarse se retiró rápidamente con una sonrisa pícara y bajó para seguir devorándome con una intensidad que jamás había sentido. Con los labios me la apretaba con fuerza, subiendo y bajando a gran velocidad. Su lengua la rodeaba una y otra vez con desesperación. Aquella manera de deslizarme dentro de su boca me estaba volviendo loco. Solo podía pensar en correrme. Quería llenarle la boca de mi.

-No pue…do más… -susurré.

Ella me miró sin parar de succionar y aun así pude notar su sonrisa. Sus ojos se cerraron para empezar a comerme con más fuerza que nunca.

Me dejé llevar. Mis piernas se acalambraron. Mi espalda se arqueó. Agarré su cabeza con todas mis fuerzas y me hundí dentro de ella. Joder… Notaba como su boca se llenaba. Sus uñas desgarraron mi pecho. Mi cuerpo empezó a convulsionar de tal manera que se revolvió hasta quedar sobre ella, completamente atrapada entre la cama y mi carne.

Salí lentamente de su boca y el semen empezó a brotar por sus comisuras, corriendo por su cara, por su cuello. Con los ojos aun entrecerrados.

La imagen fue tan brutal para mí que note como volvía la erección. No podía creerlo. Nunca había sentido algo así. Lamí toda su cara hasta enredarme con su lengua, que ardía. La agarré por la cintura y la puse bocabajo. Me agarré a sus caderas y las atraje hacia mí hasta que su culo me golpeó, penetrándola al primer contacto. Su grito y el espasmo de su cuerpo provocaron mi orgasmo. Así que me aferré a su culo y la embestí una y otra vez hasta caer exhausto sobre ella.

[...]
Mi corazón latía contra su espalda y mi boca descansaba en su pelo. Su mano encontró la mía y la agarró con la poca fuerza que podía quedarle. Aquella mujer me había vuelto completamente loco. Mi mujer.



11 de noviembre de 2014

Alberto


-¿Puedo volver a verte? –le pregunté. Mi voz sonó suave, incluso entrañable.
-Claro –me contestó sonriendo.
-¿Mañana? –le pregunté.
-Paciencia, pequeña –me aconsejó-. No querrás parecer ansiosa…
-No, por eso te he dicho mañana- le contesté-. Quisiera volver a verte hoy mismo, pero estoy dispuesta a esperar toda la noche y buena parte de la mañana.

Y pensar que, tal vez, esa ansiedad sea la más clara señal del amor. Cuando en la ausencia las horas parecen días, los días meses; cuando en cada encuentro el reloj corre como desesperado por convertir cada instante en pasado. Con cada despedida comienza una impaciente cuenta atrás que se alarga hasta el nuevo y esperado contacto.

Y es que enamorarse no tiene mayor mérito. Lo realmente difícil –no conozco ningún caso-, es salir entero de una historia de amor. Pero puede que esta vez merezca la pena arriesgarse, puede incluso que merezca la pena romperse. Puede que sí, al menos cuando siento que con cada uno de tus besos se borra una de mis cicatrices.

Debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que no me canso de mirarte y que te siento mío con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu boca me parece el paraíso. Que te quiero. Y que creo que te quise desde el primer instante en que te vi. Porque contigo no existen los tiempos preestablecidos. Llegaste y arrasaste como un huracán, pero a diferencia de él, dejando mucho más de lo que te llevabas. Te daría las gracias por haber aparecido en mi mundo, de esta manera, en el momento más oportuno. Pero creo que mereces mucho más que simples palabras, así que prometo querer todo eso que para mí significas, para siempre, que como dice mi amiga, tampoco es tanto tiempo.

Porque en eso consiste amarte: ponerme en tus manos sabiendo que podrías destrozarme y aun así confiar en que nunca lo harás.



10 de octubre de 2014

Incertidumbre


Las ganas de tomarla aumentaban exponencialmente con el paso de los días. Cuánto más la conocía, más cerca se sentía de ella. Siempre a un nivel mental, espiritual. Pero la deseaba, oh dios cómo la deseaba... Cuántas veces había fantaseado con su cuerpo, con su boca, con ella en su forma más lasciva. Aun así la respetaba demasiado como para traspasar ese muro, aparentemente infranqueable, que ella se había encargado de construir. Al menos físicamente, porque su mente no dejaba de torturarle con un constante y macabro juego en el que ella accedía a sus más profundos deseos: sus bocas devorándose con ansiedad, sus manos agarrándose con desesperación, sus cuerpos enredados, calientes, mojados, juntos. 

La tenía a todas horas en la mente, clavada, grabada. No había sido consciente del tiempo que llevaba buscando a alguien como ella hasta que apareció. Es por eso que se negaba a dejarla escapar, pero era demasiado pura como para retenerla. Jamás habría sido capaz de corromper aquella conexión que sólo tenía con ella, más allá del deseo, del sexo. Incluso a él le costaba entenderlo, y por ello nunca encontraba el valor de transmitírselo, temía que las palabras lo estropearan. Pero si sus mentes se entendían así, ¡cómo no lo harían sus cuerpos!

No sabía cuántos días más sería capaz de soportar aquella incertidumbre que tanto odiaba, pero tenía claro que ella (la ocasión) merecía, al menos, un poco más de su tiempo, un poco más de él.



Belleza


"Somos esclavos de lo que vemos. Somos esclavos de la belleza que se ve. La belleza que se toca, la que va de fuera hacia dentro. Pero la belleza de verdad, la que sobrevive a los años y la que realmente acaba cambiando las cosas, es justamente la que recorre el camino contrario. Lástima que esa sea siempre tan escasa."


29 de agosto de 2014

Decadencia


Y volvimos a encontrarnos con aquel jodido recuerdo. Aporreando nuestra mente en un intento de taladrarla como nunca, o como siempre. Nada podía alejarnos de aquella mierda que parecía perseguirnos allá donde fueramos. La verdad es que ya no estaba tan cerca, ya no lo llevábamos tan dentro. Y aún así dolía. Dolor tatuado, no con tinta, sino con amor. 

(Vamos a hacernos cicatrices nuevas). 


29 de julio de 2014

Fantasías. Parte 2


Y allí estaba plantada yo. Delante de aquella pantalla azul llena de letras y números, donde yo solo veía sueños. Las posibilidades se agolpaban en mi cabeza, cada una mejor que la anterior. La verdad que podría haber elegido al azar, cualquier opción era buena. Pero no era capaz de decidirme por un solo destino.

-Sabes que no tienes porqué elegir. Tan solo establece un orden y recorramos cada rincón de esos sitios.

Me giré y ahí estaba, con los brazos en la cintura y una sonrisa paciente. Llevaba más de una hora delante de esa pantalla y él no se había movido de mi lado. Necesitaba disfrutar de aquel momento. Jamás me había sentido tan absolutamente libre. Volví a mirar al montón de letras amarillas sobre fondo azul con la seria intención de encontrar de una vez el que sería el comienzo de todo.

Estaba muy concentrada en mi tarea, quizá por eso me asustó su contacto. Cuando me quise dar cuenta sus brazos me tenían ya atrapada y su boca estaba atrevidamente cerca de la mía, siempre con esa sonrisa dibujada.

-¿Vas a besarme? -le dije casi en un susurro.
-Cuando elijas nuestro destino -me respondió apartándose sutilmente, mientras las maletas rodaban a nuestro alrededor.
-Ya lo he hecho.

Entonces, sin soltarme, miró la pantalla. Ninguno dijo nada. Volvió a mirarme y susurró:

-AR1133.

Y me besó.

-¿Sabes que quedan treinta minutos para que salga ese vuelo? -advirtió aun con sus labios en mi boca.
-Tendremos que correr entonces -mi sonrisa se hizo gigante.

Cogió mi mano, en la otra llevaba nuestra dichosa maleta vacía, y empezamos a correr por aquellos largos pasillos. La gente nos miraba divertida. Nosotros no dejábamos de reír. Entonces llegamos al mostrador, exhaustos, jadeando. Y una enorme sonrisa de labios rojos nos recibió:

-Bienvenidos a Aerolíneas Argentinas, ¿en qué les puedo ayudar?
-Queríamos dos billetes para el próximo vuelo, que es... -eché un rápido vistazo al reloj- ¡ya!

La joven parecía estar divirtiéndose mucho, se puso a teclear rápidamente y entonces nos preguntó:

-¿Ida y vuelta?

Nos miramos. Solo nos miramos.

-No, solo ida.



28 de julio de 2014

De repente


Y ahí está. Aparece alguien y lo revoluciona todo. Casi no te da tiempo a darte cuenta de donde ha salido cuando ya está dentro. Pero qué más da de donde salga. Ahora solo esperas que se quede todo el tiempo posible. 


23 de julio de 2014

Fantasías


Debía ser muy pronto, aunque ya había amanecido. Unos leves rayos de sol se colaban por la ventana junto al canto de algunos pájaros. Miré el reloj. Las siete y veinte. De repente volví a oir ese desagradable ruido que me había despertado. ¡El timbre! Quién demonios sería a esas horas. Salté de la cama y de camino a la puerta me puse una sudadera que encontré por el suelo. Volvió a sonar por tercera vez y eso terminó de despertarme. Ni siquiera se me ocurrió asomarme a la mirilla. Abrí la puerta sin pensarlo. Y allí estaba. Guapo como siempre, radiante como nunca. 

-Tú... ¿Qué... qué haces aquí?- fue lo único que atiné a decir. Entonces fue cuando ví la enorme maleta que había a su lado. Cada vez lo entendía menos. Y allí seguía él, plantado de pie, con una sonrisa que se le salía de la cara y sin decir una sola palabra. Entonces me dí cuenta de que estaba en bragas y en un intento inútil de taparme tiré de la sudadera todo lo que pude. Y una breve carcajada rompió el silencio: 
-No me digas que ahora te da vergüenza que te vea... así- dijo mientras me echaba una lenta mirada de arriba a abajo. 
-¡Vaya! ¡Creí que no ibas a hablar nunca!- mi tono iba subiendo según hablaba, cada vez estaba más nerviosa -¡¿Se puede saber que haces aquí?! 
-¿Y se puede saber por qué me gritas?- me respondió sin borrar esa estúpida sonrisa de su cara. Suspiré intentando calmarme un poco y retomé con un tono más calmado: 
-Apareces a las siete de la mañana en mi puerta, sin avisar, con esa maleta gigante. ¿Qué coño llevas en la maleta?-. Su sonrisa se hizo más grande todavía y entonces dijo: 
-Nada. 
-¿Nada? 
-Nada, está vacía. 
Estaba atónita. Cada vez entendía menos, estuve a punto de pellizcarme pensando si seguiría soñando. 
-¿Y para qué quieres una maleta vacía? 
-Mejor te lo explico por el camino. Termina de vestirte,- dijo mientras me lanzaba una mirada picarona a mis braguitas de Mafalda- coge el móvil y algo de dinero. Bueno no, mejor deja el movil y coge la cámara de fotos. 
¡Dios! Me estaba matando tanta intriga... 
-¿Y se puede saber a dónde se supone que vamos? 
-Aún no lo se. 
Estaba ya histérica, ¡¡¿qué mierda estaba diciendo?!!
-Haz el favor de explicárme todo esto porque estoy empezando a ponerme un poco nerviosa.
-Mira que eres difícil eh... -su sonrisa se volvía divertida a la vez que algo nerviosa- Vístete y vámonos, lo único que necesitas ya lo llevas contigo.
Me crucé de brazos y fruncí el entrecejo en un intento de parecer entre indignada y enfadada.
-Vale, vale... -parece que mi intento de enfado tuvo su efecto- Nos vamos, y no, no me preguntes dónde porque aún no lo se y si te soy sincero tampoco me importa mucho ahora. Tira un dardo a un mapa, gira una bola del mundo o vámonos al aeropuerto y cojamos el primer avión que salga. Da igual, pero vámonos. 
Mis ojos estaban como platos, creo que incluso tenía la boca abierta. Se había vuelto loco.
-¿Y la maleta?
-La maleta está vacía. Y lo está porque quiero que la llenemos, de aventuras, de historias, de recuerdos, de experiencias y emociones. Y sobre todo quiero que la llenemos de felicidad, mucha felicidad.
-¿Me lo estás diciendo en serio? -las lágrimas corrían ya por toda mi cara. Definitivamente tenía que estar soñando.
-Claro que te lo estoy diciendo en serio. ¿Por qué lloras? Esto es lo que siempre habías querido... -dijo con cierta preocupación.
-Así, ¿tan fácil? 
-No, no va a ser fácil, pero va a ser.

No podía creerlo. Pero tampoco quería pararme a pensarlo. Me di media vuelta y entré corriendo en mi habitación. Me puse los primeros vaqueros que pillé y las zapatillas. Metí el poco dinero que tenía en efectivo en mi bolsillo y me colgué la cámara del hombro. Volví otra vez corriendo a la puerta con miedo de que nada de lo que acababa de pasar fuera real. Pero ahí seguía él. La sonrisa le ocupaba toda la cara.

-Vámonos. -Fue lo único que le dije con los ojos aún llorosos. Me lancé a sus brazos y fue entonces cuando él suspiró y noté como se relajaba, no había notado lo tenso que había estado todo este tiempo -Gracias, gracias por acompañarme.


18 de junio de 2014

Entre polvo y polvo


Una gota se deslizaba por la curva de su pecho, dejando un rastro húmedo a su paso. Los jadeos aún se mezclaban con los últimos besos mientras las manos del uno recorrían el cuerpo del otro todavía acalambrado. Sus corazones no habían dejado de latir a un ritmo frenético y sus lenguas empezaban a enredarse otra vez. Las caricias se convertían en marcas en la piel y los jadeos en gemidos ahogados. Su boca recorría el cuerpo de él con desesperación, devorando cada rincón con un hambre insaciable. Sus cuerpos ardían, juntos, pegados, a un mismo ritmo, cada vez más rápido, cada vez más fuerte. 
Estaban ya empapados, sus pieles resbalaban y les costaba agarrarse. Por eso cambiaron las caricias por golpes y embestidas. Necesitaban sentirse cada vez más juntos. La cama crujía como a punto de partirse y los gritos retumbaban contra las paredes. Ella clavaba sus dientes en el hombro de él, en un intento de soportar aquella sensación que se movía entre el dolor y el placer, y que la estaba dejando sin aliento. 
De pronto lo sintió, ahí estaba otra vez, ya subía por sus piernas y estaba alcanzando sus caderas haciendo que se movieran cada vez más rápido. Ya está. Ya había invadido todo su cuerpo. Se agarró a él con fuerza y se dejó llevar por las sacudidas de su cuerpo convulso. Cayó exhausta entre sus brazos, como deshecha. Entonces fue cuando él la liberó de aquella tensión y dejó que ahora su placer fluyera por la piel de ella mientras se mezclaba con el sudor de ambos. Se derrumbó sobre su tembloroso cuerpo, aferrándose a su pecho con necesidad. Le encantaba tal y como la tenía allí, desnuda, frágil, débil y empapada... Suya.