4 de diciembre de 2014

Orgasmo


Lo único que la cubría era una corta falda de vuelo y un sujetador que oprimía sus pechos. Se arrodilló entre las piernas de él y comenzó a desnudarle. Sus manos buscaban ansiosas la bragueta intentando liberar toda aquella tensión que allí se contenía. Él la observaba en la tarea y se limitaba a disfrutar. Los ojos de ella se abrieron sorprendidos y, acompañados de una traviesa sonrisa, se clavaron en los de él, al encontrar lo que parecía el botín más ansiado.

Enseguida, casi sin darse cuenta, se vieron envueltos en pleno orgasmo. En un acompasado ritmo que los empujaba hacia el delirio una y otra vez. Jamás podría olvidar aquella mirada: esos ojos verdes penetrándola con una intensidad aún desconocida para ella. Pudo sentir como la atravesaba el alma, como desgarraba sus pensamientos hasta llenarla de un vacío impropio de su mente. Acababa de entregarse en su totalidad a esas pupilas dilatadas y brillantes que la estaban lanzando a una nueva dimensión de placer.

Había quedado atrapada en esos ojos, probablemente de manera indefinida, porque una semana después seguía sintiendo ese ardor en el pecho al recordarlos. Nunca antes nadie había llegado tan dentro de ella de un simple vistazo. Quizás nunca antes nadie hubiera querido llegar tan dentro como él.


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