19 de octubre de 2013

Amantes


Apartó un mechón de pelo de su cara, dejando que la luz acariciara su joven piel. El hoyuelo de su mejilla tomó forma tras dibujarse una sonrisa y sus ojos se tornaron hacia él con ese brillo tan habitual. Se revolvió en la cama mientras las sábanas se deslizaban por las curvas de su cuerpo y entrelazó las piernas en torno a él como si no quisiera dejarle escapar. Sus miradas se penetraban mutuamente, ellos podían ver mucho más de lo que a simple vista había. Sus cuerpos ya estaban pegados y sus manos aferradas al otro. Suspiros.

-Tengo miedo Olivia, -se quejó con voz quebrada, casi sorda -miedo de lo que siento cuando estoy contigo, o mejor dicho de lo que no siento. No quiero nada que no seas tú. Me ahogo cuando no estás cerca y taladras mi mente a todas horas con tu recuerdo. Te quiero...
-Hagámoslo -dijo ella únicamente con voz suave.
-No funcionaría.
-¡Tú que sabes! -su tono se crispaba a la vez que su rostro se endurecía fruto de la impotencia.
-Lo sé -respondió él tranquilamente aunque triste-. Nos separan casi 20 años pequeña, es imposible que funcione. No puedes darme ninguna garantía. Qué harás cuando sea un viejo arrugado incapaz de seguir el ritmo de una joven en su mejor edad.
-¡Quererte! -le gritó mientras hizo un intento frustrado de levantarse de la cama, él ya la tenía presa entre sus brazos.
-Ojalá pudieras prometérmelo.
-Te lo prometo -espetó ella casi desesperada.
-No puedes. Jamás podré confiar en ti. Ni tu deberías confiar en mi. Siempre he hecho daño a todo el que me rodea y eso no va a cambiar. No quiero herirte a ti también.
-No lo harás. Yo no me parezco a nada de lo que has vivido antes. Te propongo algo completamente nuevo, ¡es imposible que sepas lo que va a pasar! -su mirada cayó de pura amargura, no sabía que más decirle, ya daba la batalla casi por perdida-. Además, que tenga 22 años no quiere decir que te vaya a engañar, quiero estar contigo, ¡sólo contigo!

Hubiera sido incapaz de explicarlo con palabras pero justo en ese momento algo cambió en su mente. Ella tenía razón, le hacía sentir cosas que nunca antes había sentido. ¿Y si le estaba dando la oportunidad de ser alguien nuevo? Era joven si, pero tenía todo lo que él necesitaba. Le daba la vitalidad y las ganas de vivir que nunca antes había tenido. Quería enseñarle un millón de cosas. Quería descubrirle el mundo entero. Quería verla crecer a su lado. Ella iba a cambiarle la vida. Ya lo había hecho.

Cuando volvió a la realidad de sus pensamientos ella le miraba fijamente esperando la respuesta a una pregunta que no hacía falta ni formular.

-¿Qué? -preguntó ella ansiosa.
-Bésame.

La joven se giró bruscamente dándole la espalda. Estaba cabreada, cansada, agotada de luchar por algo que hasta ella ya dudaba si sería posible. No le dio tiempo a lamentarse más porque el brazo de él le agarraba fuertemente haciéndole incluso daño. Volvió el rostro con desprecio y fulminó a su amante con una mirada llena de más odio que amor.

-He dicho que me beses -repitió él.

Ella obedeció dándole un apasionado y lascivo beso. Cuando se separaron y sus ojos volvieron a cruzarse sintieron algo distinto. Había algo nuevo en esa mirada. Inexplicable pero nuevo. Un escalofrío recorrió su cuerpo estremeciéndola de arriba a abajo.

-Cásate conmigo -le dijo mirándolo muy fijamente y con una seguridad impropia de su edad.
-SI.
-Si... -repitió ella con los ojos como platos intentando asimilarlo.

Él la abrazó muy fuerte, casi desesperado.

-Ahora si que tengo miedo Olivia.
-Shhh... -le susurró ella contra sus labios-. Ahora me tienes a mi. Para siempre.