13 de febrero de 2012


Un grito ahogado sale de su boca mientras cae en un abismo de ocuridad. Pero de que sirve gritar si nadie le oye, si ni siquiera siente ya las lágrimas caer por sus mejillas. Cada pensamiento es un martilleo en su cabeza que no le deja ver el camino por el que andar. Un camino en el que su único acompañante es la soledad. Pero cómo seguir andando si ni siquiera sabe si quiere hacerlo. Esta vez nadie va a cogerle la mano

11 de febrero de 2012



Está claro que cuando el amor no es locura, no es amor. Pero cuando la locura se convierte en dolor, cuando amar duele, ¿sigue siendo amor? Si… Probablemente el amor más fuerte e intenso que hayas vivido nunca. Porque si no te duele, no amas de verdad. Porque el amor no hace latir un corazón, el amor lo hace sangrar. No hay lágrimas si no son de amor, no hay dolor si no es por un amor. El amor nos eleva a nuestra esencia en una combinación perfecta entre el placer y el dolor. El amor es… una forma de vida, una filosofía, una religión. Pero no, el amor no es bonito. Es dulce, es brillante, complicado, intenso, trágico, macabro, doloroso… El amor nos hace libres, libres para soñar, para imaginar, para creer y sentir, para inventar. El amor no mueve el mundo, mueve a las personas y las personas que son movidas por el amor son las que realmente mueven el mundo. El amor es el sentimiento más puro capaz de corromperse con mayor facilidad, convirtiéndose en odio. Pero qué es el odio, sino otra forma de amar: llena de pasión, ira, celos, más poderoso incluso que el propio amor. Esas dosis entrelazadas de odio y amor son las que lo convierten en una droga. Una droga tremendamente adictiva que quita el sentido a nuestra vida cuando no la consumimos y que cuando la tenemos solo podemos esperar con desesperación y angustia al momento en el que se termine. La droga del amor, tan dañina como otra cualquiera pero la única que nos mantiene VIVOS.

El amor es una locura, y esa irracionalidad es la que pone un poquito de cordura en nuestras mentes.



Nos empeñamos en alcanzar la felicidad a toda costa, se convierte en nuestro único objetivo y cuando no lo conseguimos nos sentimos unos desgraciados. La felicidad no existe, al menos no como un objetivo alcanzable. La felicidad es un estado de ánimo que nos acompaña en los buenos momentos y que se esfuma cuando más lo necesitamos. La felicidad es una actitud hacia la vida, una forma de percibir, de sentir.  ¿La clave para ser feliz? Querer ser feliz.