19 de noviembre de 2014

Diálogos de última hora


-He dicho que no me voy a ir.
-Vale, tenía que intentarlo por última vez.
-No se me ha perdido nada allí.
-Yo.
-Aún estás aquí. No te vayas.
-Tengo que irme.
-No, no tienes por qué hacerlo. Tu vida está aquí. Yo estoy aquí.
-Tu vida es la que está aquí. No la mía. Me voy.
-¡Por qué tienes que ser tan cabezota!
-Tan solo soy coherente con lo que siento y pienso.
-¡Venga ya! No soporto cuando te pones así.
Silencio.
-No lo entiendes… No quiero que te vayas. O mejor dicho, no quiero estar sin ti.
-Pues ven conmigo. Es tan fácil como eso.
-¿De verdad tú lo ves fácil? Siempre admiraré esa capacidad tuya.
-Es tan fácil como tú quieras que lo sea.
-No, no lo es. Olvídate ya de esa tontería por favor.
-Estoy cansada de discutir este tema. Ya he tomado una decisión. Me voy.
-No.
-¿Qué? ¿Cómo que no? ¿Acaso me lo vas a impedir?
-Haré lo que tenga que hacer pero no pienso dejar que te vayas de mi lado. Me ha costado años encontrarte y ahora que por fin estás aquí, dices que te vas. ¡Pues no! ¡Claro que no!
-Yo tampoco quiero separarme de ti, pero de quien sí que no puedo separarme es de mí misma ni de mis sueños.
-Pero vamos a ver… Se puede saber qué vas a hacer allí, de qué vas a vivir, a qué te vas a dedicar. ¿Realmente crees que la vida es tan fácil como coger una maleta y cruzarte el mundo en busca de aventuras? ¡Eso solo pasa en las películas joder! Necesitas dinero, necesitas trabajo y necesitas valor para dejar aquí a las personas que quieres.
-¿Sabes qué? La vida no se aleja tanto de las películas. Y no, no sé de qué voy a vivir ni a qué me voy a dedicar. Pero lo que sí tengo claro es que no necesito a mi lado a nadie que ponga límites a mis sueños, que de eso ya se encarga la vida misma.
-No puedo creerlo…
-Hasta siempre.

Y justo en aquel momento algo se quebró. En aquella puerta de embarque. Mientras el mundo continuaba entorno a ellos con su habitual y frenético ritmo.

-No puedo vivir sin ti. No quiero vivir sin ti…
-Lo siento, de verdad. Pero me voy.
-No.
-¿No?
-No, no te vas. Nos vamos.


14 de noviembre de 2014

Crónicas descarnadas.


El pelo castaño y alborotado de ella caía sobre mi vientre y caderas. Su culo emergía del final de su espalda elevándose formando dos perfectas circunferencias. Y una pequeña mano se aferraba a mi pecho; la otra se escondía tras su cara, la cual no conseguía ver oculta tras la melena.

Mis jadeos se mezclaban con los de ella, aunque estos últimos ahogados contra la carne. Con una mano me aferraba a la de ella y con la otra enredada entre su pelo la apretaba contra mí aún más. Me sentía a punto de explotar, literalmente. Entonces ella levantó su cara… oh dios… su cara… Me dedicó la mirada más lasciva que yo había visto nunca, con sus labios algo hinchados, húmedos, y el rojo de su carmín medio borrado manchando el contorno de su boca. Su mano agarraba mi pene con fuerza –estaba tan duro que hasta dolía- lleno de saliva y marcas de besos rojos.

Entonces se acercó lentamente a mí, con la boca entreabierta. Yo me aproximé a ella con ansiedad pero cuando nuestros labios empezaban a rozarse se retiró rápidamente con una sonrisa pícara y bajó para seguir devorándome con una intensidad que jamás había sentido. Con los labios me la apretaba con fuerza, subiendo y bajando a gran velocidad. Su lengua la rodeaba una y otra vez con desesperación. Aquella manera de deslizarme dentro de su boca me estaba volviendo loco. Solo podía pensar en correrme. Quería llenarle la boca de mi.

-No pue…do más… -susurré.

Ella me miró sin parar de succionar y aun así pude notar su sonrisa. Sus ojos se cerraron para empezar a comerme con más fuerza que nunca.

Me dejé llevar. Mis piernas se acalambraron. Mi espalda se arqueó. Agarré su cabeza con todas mis fuerzas y me hundí dentro de ella. Joder… Notaba como su boca se llenaba. Sus uñas desgarraron mi pecho. Mi cuerpo empezó a convulsionar de tal manera que se revolvió hasta quedar sobre ella, completamente atrapada entre la cama y mi carne.

Salí lentamente de su boca y el semen empezó a brotar por sus comisuras, corriendo por su cara, por su cuello. Con los ojos aun entrecerrados.

La imagen fue tan brutal para mí que note como volvía la erección. No podía creerlo. Nunca había sentido algo así. Lamí toda su cara hasta enredarme con su lengua, que ardía. La agarré por la cintura y la puse bocabajo. Me agarré a sus caderas y las atraje hacia mí hasta que su culo me golpeó, penetrándola al primer contacto. Su grito y el espasmo de su cuerpo provocaron mi orgasmo. Así que me aferré a su culo y la embestí una y otra vez hasta caer exhausto sobre ella.

[...]
Mi corazón latía contra su espalda y mi boca descansaba en su pelo. Su mano encontró la mía y la agarró con la poca fuerza que podía quedarle. Aquella mujer me había vuelto completamente loco. Mi mujer.



11 de noviembre de 2014

Alberto


-¿Puedo volver a verte? –le pregunté. Mi voz sonó suave, incluso entrañable.
-Claro –me contestó sonriendo.
-¿Mañana? –le pregunté.
-Paciencia, pequeña –me aconsejó-. No querrás parecer ansiosa…
-No, por eso te he dicho mañana- le contesté-. Quisiera volver a verte hoy mismo, pero estoy dispuesta a esperar toda la noche y buena parte de la mañana.

Y pensar que, tal vez, esa ansiedad sea la más clara señal del amor. Cuando en la ausencia las horas parecen días, los días meses; cuando en cada encuentro el reloj corre como desesperado por convertir cada instante en pasado. Con cada despedida comienza una impaciente cuenta atrás que se alarga hasta el nuevo y esperado contacto.

Y es que enamorarse no tiene mayor mérito. Lo realmente difícil –no conozco ningún caso-, es salir entero de una historia de amor. Pero puede que esta vez merezca la pena arriesgarse, puede incluso que merezca la pena romperse. Puede que sí, al menos cuando siento que con cada uno de tus besos se borra una de mis cicatrices.

Debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que no me canso de mirarte y que te siento mío con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu boca me parece el paraíso. Que te quiero. Y que creo que te quise desde el primer instante en que te vi. Porque contigo no existen los tiempos preestablecidos. Llegaste y arrasaste como un huracán, pero a diferencia de él, dejando mucho más de lo que te llevabas. Te daría las gracias por haber aparecido en mi mundo, de esta manera, en el momento más oportuno. Pero creo que mereces mucho más que simples palabras, así que prometo querer todo eso que para mí significas, para siempre, que como dice mi amiga, tampoco es tanto tiempo.

Porque en eso consiste amarte: ponerme en tus manos sabiendo que podrías destrozarme y aun así confiar en que nunca lo harás.