El pelo castaño y alborotado de ella caía sobre mi vientre y
caderas. Su culo emergía del final de su espalda elevándose formando dos
perfectas circunferencias. Y una pequeña mano se aferraba a mi pecho; la otra
se escondía tras su cara, la cual no conseguía ver oculta tras la melena.
Mis jadeos se mezclaban con los de ella, aunque estos
últimos ahogados contra la carne. Con una mano me aferraba a la de ella y con
la otra enredada entre su pelo la apretaba contra mí aún más. Me sentía a punto
de explotar, literalmente. Entonces ella levantó su cara… oh dios… su cara… Me
dedicó la mirada más lasciva que yo había visto nunca, con sus labios algo
hinchados, húmedos, y el rojo de su carmín medio borrado manchando el contorno
de su boca. Su mano agarraba mi pene con fuerza –estaba tan duro que hasta dolía-
lleno de saliva y marcas de besos rojos.
Entonces se acercó lentamente a mí, con la boca
entreabierta. Yo me aproximé a ella con ansiedad pero cuando nuestros labios
empezaban a rozarse se retiró rápidamente con una sonrisa pícara y bajó para seguir
devorándome con una intensidad que jamás había sentido. Con los labios me la
apretaba con fuerza, subiendo y bajando a gran velocidad. Su lengua la rodeaba
una y otra vez con desesperación. Aquella manera de deslizarme dentro de su
boca me estaba volviendo loco. Solo podía pensar en correrme. Quería llenarle la
boca de mi.
-No pue…do más… -susurré.
Ella me miró sin parar de succionar y aun así pude notar su
sonrisa. Sus ojos se cerraron para empezar a comerme con más fuerza que nunca.
Me dejé llevar. Mis piernas se acalambraron. Mi espalda se
arqueó. Agarré su cabeza con todas mis fuerzas y me hundí dentro de ella. Joder…
Notaba como su boca se llenaba. Sus uñas desgarraron mi pecho. Mi cuerpo empezó
a convulsionar de tal manera que se revolvió hasta quedar sobre ella,
completamente atrapada entre la cama y mi carne.
Salí lentamente de su boca y el semen empezó a brotar por
sus comisuras, corriendo por su cara, por su cuello. Con los ojos aun
entrecerrados.
La imagen fue tan brutal para mí que note como volvía la
erección. No podía creerlo. Nunca había sentido algo así. Lamí toda su cara
hasta enredarme con su lengua, que ardía. La agarré por la cintura y la puse
bocabajo. Me agarré a sus caderas y las atraje hacia mí hasta que su culo me
golpeó, penetrándola al primer contacto. Su grito y el espasmo de su cuerpo
provocaron mi orgasmo. Así que me aferré a su culo y la embestí una y otra vez hasta
caer exhausto sobre ella.
[...]
Mi corazón latía contra su espalda y mi boca descansaba en
su pelo. Su mano encontró la mía y la agarró con la poca fuerza que podía quedarle.
Aquella mujer me había vuelto completamente loco. Mi mujer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario