Entre sábanas las palabras
corren en dirección contraria a la razón. La penumbra las envuelve
dándoles un toque cálido, mágico. Simples ensoñaciones o el
núcleo más puro de nuestros pensamientos. Esos momentos en los que
desnudamos no solo nuestros cuerpos sino nuestras almas, dando los
más íntimo de nuestro ser. La realidad se queda en la mesilla y las
fantasías inundan la cama, te envuelven, te golpean, te atrapan.
Durante minutos, horas, el mundo queda en nuestras manos, todo es
posible aun sabiendo que probablemente nada cambie.
En la cama se toman las
decisiones más importantes de una vida, a veces en compañía y a
veces solo. Es por eso ridículo pensar que las confesiones que allí
tienen lugar son simples divagaciones de una mente ahogada en la más
profunda rutina. Todo lo que decimos en la cama, todo lo que nos
dijimos aquella noche, es tan real como nuestra intención de que así
sea.
Es por esto que si alguien
te confiesa las ganas de compartir una vida contigo, duda, reflexiona
y decide. Pero si te lo ha dicho entre sábanas y en penumbra, esa
persona acaba de decirte mucho más de lo que nunca podrás llegar a
entender.