29 de julio de 2014

Fantasías. Parte 2


Y allí estaba plantada yo. Delante de aquella pantalla azul llena de letras y números, donde yo solo veía sueños. Las posibilidades se agolpaban en mi cabeza, cada una mejor que la anterior. La verdad que podría haber elegido al azar, cualquier opción era buena. Pero no era capaz de decidirme por un solo destino.

-Sabes que no tienes porqué elegir. Tan solo establece un orden y recorramos cada rincón de esos sitios.

Me giré y ahí estaba, con los brazos en la cintura y una sonrisa paciente. Llevaba más de una hora delante de esa pantalla y él no se había movido de mi lado. Necesitaba disfrutar de aquel momento. Jamás me había sentido tan absolutamente libre. Volví a mirar al montón de letras amarillas sobre fondo azul con la seria intención de encontrar de una vez el que sería el comienzo de todo.

Estaba muy concentrada en mi tarea, quizá por eso me asustó su contacto. Cuando me quise dar cuenta sus brazos me tenían ya atrapada y su boca estaba atrevidamente cerca de la mía, siempre con esa sonrisa dibujada.

-¿Vas a besarme? -le dije casi en un susurro.
-Cuando elijas nuestro destino -me respondió apartándose sutilmente, mientras las maletas rodaban a nuestro alrededor.
-Ya lo he hecho.

Entonces, sin soltarme, miró la pantalla. Ninguno dijo nada. Volvió a mirarme y susurró:

-AR1133.

Y me besó.

-¿Sabes que quedan treinta minutos para que salga ese vuelo? -advirtió aun con sus labios en mi boca.
-Tendremos que correr entonces -mi sonrisa se hizo gigante.

Cogió mi mano, en la otra llevaba nuestra dichosa maleta vacía, y empezamos a correr por aquellos largos pasillos. La gente nos miraba divertida. Nosotros no dejábamos de reír. Entonces llegamos al mostrador, exhaustos, jadeando. Y una enorme sonrisa de labios rojos nos recibió:

-Bienvenidos a Aerolíneas Argentinas, ¿en qué les puedo ayudar?
-Queríamos dos billetes para el próximo vuelo, que es... -eché un rápido vistazo al reloj- ¡ya!

La joven parecía estar divirtiéndose mucho, se puso a teclear rápidamente y entonces nos preguntó:

-¿Ida y vuelta?

Nos miramos. Solo nos miramos.

-No, solo ida.



28 de julio de 2014

De repente


Y ahí está. Aparece alguien y lo revoluciona todo. Casi no te da tiempo a darte cuenta de donde ha salido cuando ya está dentro. Pero qué más da de donde salga. Ahora solo esperas que se quede todo el tiempo posible. 


23 de julio de 2014

Fantasías


Debía ser muy pronto, aunque ya había amanecido. Unos leves rayos de sol se colaban por la ventana junto al canto de algunos pájaros. Miré el reloj. Las siete y veinte. De repente volví a oir ese desagradable ruido que me había despertado. ¡El timbre! Quién demonios sería a esas horas. Salté de la cama y de camino a la puerta me puse una sudadera que encontré por el suelo. Volvió a sonar por tercera vez y eso terminó de despertarme. Ni siquiera se me ocurrió asomarme a la mirilla. Abrí la puerta sin pensarlo. Y allí estaba. Guapo como siempre, radiante como nunca. 

-Tú... ¿Qué... qué haces aquí?- fue lo único que atiné a decir. Entonces fue cuando ví la enorme maleta que había a su lado. Cada vez lo entendía menos. Y allí seguía él, plantado de pie, con una sonrisa que se le salía de la cara y sin decir una sola palabra. Entonces me dí cuenta de que estaba en bragas y en un intento inútil de taparme tiré de la sudadera todo lo que pude. Y una breve carcajada rompió el silencio: 
-No me digas que ahora te da vergüenza que te vea... así- dijo mientras me echaba una lenta mirada de arriba a abajo. 
-¡Vaya! ¡Creí que no ibas a hablar nunca!- mi tono iba subiendo según hablaba, cada vez estaba más nerviosa -¡¿Se puede saber que haces aquí?! 
-¿Y se puede saber por qué me gritas?- me respondió sin borrar esa estúpida sonrisa de su cara. Suspiré intentando calmarme un poco y retomé con un tono más calmado: 
-Apareces a las siete de la mañana en mi puerta, sin avisar, con esa maleta gigante. ¿Qué coño llevas en la maleta?-. Su sonrisa se hizo más grande todavía y entonces dijo: 
-Nada. 
-¿Nada? 
-Nada, está vacía. 
Estaba atónita. Cada vez entendía menos, estuve a punto de pellizcarme pensando si seguiría soñando. 
-¿Y para qué quieres una maleta vacía? 
-Mejor te lo explico por el camino. Termina de vestirte,- dijo mientras me lanzaba una mirada picarona a mis braguitas de Mafalda- coge el móvil y algo de dinero. Bueno no, mejor deja el movil y coge la cámara de fotos. 
¡Dios! Me estaba matando tanta intriga... 
-¿Y se puede saber a dónde se supone que vamos? 
-Aún no lo se. 
Estaba ya histérica, ¡¡¿qué mierda estaba diciendo?!!
-Haz el favor de explicárme todo esto porque estoy empezando a ponerme un poco nerviosa.
-Mira que eres difícil eh... -su sonrisa se volvía divertida a la vez que algo nerviosa- Vístete y vámonos, lo único que necesitas ya lo llevas contigo.
Me crucé de brazos y fruncí el entrecejo en un intento de parecer entre indignada y enfadada.
-Vale, vale... -parece que mi intento de enfado tuvo su efecto- Nos vamos, y no, no me preguntes dónde porque aún no lo se y si te soy sincero tampoco me importa mucho ahora. Tira un dardo a un mapa, gira una bola del mundo o vámonos al aeropuerto y cojamos el primer avión que salga. Da igual, pero vámonos. 
Mis ojos estaban como platos, creo que incluso tenía la boca abierta. Se había vuelto loco.
-¿Y la maleta?
-La maleta está vacía. Y lo está porque quiero que la llenemos, de aventuras, de historias, de recuerdos, de experiencias y emociones. Y sobre todo quiero que la llenemos de felicidad, mucha felicidad.
-¿Me lo estás diciendo en serio? -las lágrimas corrían ya por toda mi cara. Definitivamente tenía que estar soñando.
-Claro que te lo estoy diciendo en serio. ¿Por qué lloras? Esto es lo que siempre habías querido... -dijo con cierta preocupación.
-Así, ¿tan fácil? 
-No, no va a ser fácil, pero va a ser.

No podía creerlo. Pero tampoco quería pararme a pensarlo. Me di media vuelta y entré corriendo en mi habitación. Me puse los primeros vaqueros que pillé y las zapatillas. Metí el poco dinero que tenía en efectivo en mi bolsillo y me colgué la cámara del hombro. Volví otra vez corriendo a la puerta con miedo de que nada de lo que acababa de pasar fuera real. Pero ahí seguía él. La sonrisa le ocupaba toda la cara.

-Vámonos. -Fue lo único que le dije con los ojos aún llorosos. Me lancé a sus brazos y fue entonces cuando él suspiró y noté como se relajaba, no había notado lo tenso que había estado todo este tiempo -Gracias, gracias por acompañarme.