Apartó un mechón de pelo de su cara,
dejando que la luz acariciara su joven piel. El hoyuelo de su mejilla
tomó forma tras dibujarse una sonrisa y sus ojos se tornaron hacia
él con ese brillo tan habitual. Se revolvió en la cama mientras las
sábanas se deslizaban por las curvas de su cuerpo y entrelazó las
piernas en torno a él como si no quisiera dejarle escapar. Sus
miradas se penetraban mutuamente, ellos podían ver mucho más de lo
que a simple vista había. Sus cuerpos ya estaban pegados y sus manos
aferradas al otro. Suspiros.
-Tengo miedo Olivia, -se quejó con voz
quebrada, casi sorda -miedo de lo que siento cuando estoy contigo, o
mejor dicho de lo que no siento. No quiero nada que no seas tú. Me
ahogo cuando no estás cerca y taladras mi mente a todas horas con tu
recuerdo. Te quiero...
-Hagámoslo -dijo ella únicamente con
voz suave.
-No funcionaría.
-¡Tú que sabes! -su tono se crispaba
a la vez que su rostro se endurecía fruto de la impotencia.
-Lo sé -respondió él tranquilamente
aunque triste-. Nos separan casi 20 años pequeña, es imposible que
funcione. No puedes darme ninguna garantía. Qué harás cuando sea
un viejo arrugado incapaz de seguir el ritmo de una joven en su mejor
edad.
-¡Quererte! -le gritó mientras hizo
un intento frustrado de levantarse de la cama, él ya la tenía presa
entre sus brazos.
-Ojalá pudieras prometérmelo.
-Te lo prometo -espetó ella casi
desesperada.
-No puedes. Jamás podré confiar en
ti. Ni tu deberías confiar en mi. Siempre he hecho daño a todo el
que me rodea y eso no va a cambiar. No quiero herirte a ti también.
-No lo harás. Yo no me parezco a nada
de lo que has vivido antes. Te propongo algo completamente nuevo, ¡es
imposible que sepas lo que va a pasar! -su mirada cayó de pura
amargura, no sabía que más decirle, ya daba la batalla casi por
perdida-. Además, que tenga 22 años no quiere decir que te vaya a
engañar, quiero estar contigo, ¡sólo contigo!
Hubiera sido incapaz de explicarlo con
palabras pero justo en ese momento algo cambió en su mente. Ella
tenía razón, le hacía sentir cosas que nunca antes había sentido.
¿Y si le estaba dando la oportunidad de ser alguien nuevo? Era joven
si, pero tenía todo lo que él necesitaba. Le daba la vitalidad y
las ganas de vivir que nunca antes había tenido. Quería enseñarle
un millón de cosas. Quería descubrirle el mundo entero. Quería
verla crecer a su lado. Ella iba a cambiarle la vida. Ya lo había
hecho.
Cuando volvió a la realidad de sus
pensamientos ella le miraba fijamente esperando la respuesta a una
pregunta que no hacía falta ni formular.
-¿Qué? -preguntó ella ansiosa.
-Bésame.
La joven se giró bruscamente dándole
la espalda. Estaba cabreada, cansada, agotada de luchar por algo que
hasta ella ya dudaba si sería posible. No le dio tiempo a lamentarse
más porque el brazo de él le agarraba fuertemente haciéndole
incluso daño. Volvió el rostro con desprecio y fulminó a su amante
con una mirada llena de más odio que amor.
-He dicho que me beses -repitió él.
Ella obedeció dándole un apasionado y
lascivo beso. Cuando se separaron y sus ojos volvieron a cruzarse
sintieron algo distinto. Había algo nuevo en esa mirada.
Inexplicable pero nuevo. Un escalofrío recorrió su cuerpo
estremeciéndola de arriba a abajo.
-Cásate conmigo -le dijo mirándolo
muy fijamente y con una seguridad impropia de su edad.
-SI.
-Si... -repitió ella con los ojos como
platos intentando asimilarlo.
Él la abrazó muy fuerte, casi
desesperado.
-Ahora si que tengo miedo Olivia.
-Shhh... -le susurró ella contra sus
labios-. Ahora me tienes a mi. Para siempre.