Salía
de la consulta de mi psicólogo cuando al fin lo sentí. Aun me
cuesta dibujarlo con palabras, aquel estremecimiento fue la mejor
sensación que he tenido en mucho mucho tiempo. Fueron a penas unos
segundos, puede que un par de minutos. Sencillamente la paz me
inundó. De arriba a abajo, pude sentir como aquello me recorría,
como llenaba cada rincón de mi ser de energía. Fue como levitar, me
sentía ligera como una pluma y a la vez más fuerte que nunca.
Jamás
había sentido tanta paz conmigo misma, me sentía bien, feliz. Feliz
de tomar conciencia, al fin, de la infinidad de posibilidades que me
ofrece el mundo. Quiero tomarlas todas, quiero vivir.
Tal
vez solo se trate de la felicidad.